Cuando
cincuenta inviernos
laven el sitio
de muerte
del último guerrillero
la paz sea entre los hombres
—que serán
entonces
de buena voluntad
socialista—
y tantos nombres heroicos
pasen a engrosar
el aburrimiento
de los escolares.
Cuando
el recuerdo de las armas
sea una palabra
en el diccionario
y la historia de los combates
parezca remota
y exagerada.
Cuando
los buenos
saludables
y sonrientes
ciudadanos
en el disfrute de su bienestar
ya no entiendan
por qué
fue necesaria
la
violencia
revolucionaria
pues asuman
como cosa natural
y rutinaria
la hermandad humana
la igualdad
la solidaridad
y la solución
de las
diferencias
y problemas
por el diálogo.
Cuando
tal hombre
nuevo
habite
y sea la norma
en el
planeta
en el olvido
absoluto
o
relativo
de tu gesta
con los ideales
y el amor
plasmados
hechos carne
de la vida
cotidiana
allí
estará
al fin
tu
verdadero
premio
Ernesto
“Che”
que te decían.
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